27.2.13

LO COMPRENDO Y DESEO CONTINUAR (MORENO)

A José Luis

El juego era la típica persecución fingida, en la que ambos teatralizamos una caza amañada de antemano, deliciosamente pactada. Al penetrar en la penumbra de la habitación, la colcha nos invitaba a regalarle arrugas, mientras la luz amarillenta hacía los coros.
Como al descuido, entre risas y voz de falsete, conseguí girar su cuerpo en el aire, antes de que ella cayera blandamente sobre el colchón; casi un abrazo, la cama nos acogió sin pudor. MS llevaba puesto ese chándal gris clarito que tanto me gusta… sobre todo porque le ajusta las formas y sólo practica un deporte cuando se lo pone: el que ya sabemos. Diestramente, mi mano siniestra pinzó el elástico de la cintura y en un pispás fueron una sus dos sonrisas. Me bebí sus ojos claros sin mesura, mientras iniciaba una rítmica caricia en el centro de sus entrañas. Al mismo tiempo, mis manos masajeaban sus pechos entre gemidos y sin sentido. No queríamos terminar así, por eso conseguimos poco a poco levantarnos sin abandonar la penetración.
Se la metí por delante y desde atrás, vuelta y vuelta, como se hace una carne cualquiera, mientras ella gemía:
-Ya sabía yo que me follarías como a una yonqui, lo sabía…
-No disimules, si es lo que quieres: sentirte revolcada en el fango… te gusta que te folle como a una yonqui, sólo porque no lo eres… ¡a que sí!
Nos desnudamos entre besos y achuchones, tan húmedos como sudorosos. Ahora MS apoyaba su espalda en la pared y mis embestidas iban rasgando el póster. Mientras, yo decía sudando y entrecortadamente:
-Mírame, soy JL, el gran locutor de radio. ¿Qué me dices ahora, merece la pena mi voz envolvente? Si pensabas que estoy acabado, esta es la prueba de que sólo empiezo…
Mi voz sonaba cavernosa y ampulosa, mientras MS gemía afirmativamente y gritaba de forma ininteligible. Su mano derecha agarró un trozo del póster ya rasgado y estiró fervientemente; en ese mismo instante yo miraba sin pudor su coño, que me devoraba el sexo una y otra vez en el universo del éxtasis. También en ese momento, entró en la habitación LG atraída por las voces y los ruidos; la tercera en discordia acudía al panal de rica miel.
Posó su mano suavemente en el lugar de todos los flujos intercambiados, masajeando expertamente un clítoris y un pene de forma simultánea; su boca se relamía con descaro y los dedos bañados en pasión rezumaban deseo e imaginación.
-Así no puedo concentrarme.
-Yo tampoco –dijo MS.
LG admitió que había llegado tarde, o no era el día adecuado para dibujar geometrías… así que respetuosamente, salió por la misma puerta por la que había venido. MS y yo seguimos trabajando los bajos; aquello se estaba poniendo tan ardiente como pétreo, pedía a gritos una solución. La solución era el orgasmo y los gritos fueron los nuestros.
Nos corrimos en un abrazo, mientras nuestros respectivos ADN’s se fundían allí abajo.
Ahora sólo quedan los días, ese fragmento de vida convertida en una absurda ansiedad: el deseo de volver a ese instante o a otro parecido, pero no en el recuerdo, sino en el nido.